16 de junio de 2016

El G7 quiere poner fin a las energías fósiles


La transición en favor de una sociedad baja en carbono era un objetivo ineludible, urgente y, por supuesto, prioritario para la COP21, la última conferencia climática, celebrada en París a finales del pasado año. ¿Pero, caminamos hacia ella?

Recordemos que de ella surgió el histórico Acuerdo global del clima, como es bien sabido, y uno de los principales compromisos adoptados en éste hacían referencia al logro de un mundo neutro en carbono. Un enorme desafío que está en cuenta atrás, pues el cambio climático no espera y si se pretende evitar llegar al punto crítico, a finales de siglo el aumento de la temperatura no debería sobrepasar los famosos dos grados centígrados.

A este objetivo se apunta ahora también el G7 con su anuncio del fin de las subvenciones a las energías fósiles de aquí a 2025. Además, animó a todos los países a seguir su ejemplo, lo que significa tanto ir abandonando la industria de los combustibles fósiles en el próximo decenio como apostar por las energías renovables. Todo parece ir en la dirección adecuada, pero como bien dice la sabiduría popular, obras son amores, y las declaraciones sirven para poco más que copar titulares. Aún así, darles una oportunidad y, por lo tanto, conocerlas a fondo, es importante.


Hacia una sociedad baja en carbono

Reunidos en Japón, los dirigentes del G7 (Reino Unido, Estados

Unidos, Francia, Canadá, Alemania, Italia, Japón y la Unión Europea) realizaron una declaración conjunta que recoge su determinación de “acelerar nuestro trabajo hacia la transición a un sistema energético que permite una descarbonización de la economía global”.
                   

“Teniendo en cuenta el hecho de que la producción de energía supone alrededor de dos tercios de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, hay que reconocer el papel fundamental que el sector de la energía tiene que desempeñar en la lucha contra el cambio climático”, reza el documento.

Con tal objetivo, han acordado dejar de subvencionar a las energías fósiles para el año 2025, al tiempo que anunciaron tener la intención de seguir tomando medidas para conseguir el acuerdo de París. En concreto, consideran vital apostar por la energía limpia para alcanzar los objetivos climáticos y se comprometen a desarrollar estrategias a largo plazo para el uso de tecnología con bajas emisiones, y abandonar por completo los combustibles fósiles para fines del siglo.
                                

En cifras, el ahorro es tremendo, y sin contar con los efectos que pueden atribuirse al avance del cambio climático por su uso. Por poner un ejemplo, solo en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), los subsidios a los combustibles fósiles en sus estados miembros rondan los 200 mil millones de dólares cada año.

Una cifra que se dispara cuando las estimaciones las hace el Fondo Monetario Internacional (FMI), que calcula los subsidios, incluyendo el costo de los perjuicios atribuidos al calentamiento global, en unos 5.3 trillones de dólares cada año.
                                  

The Guardian, es mucho más gráfico cuando afirma que gastamos 10 millones de dólares cada minuto en este concepto. Pero, con todo y con eso, el hecho mismo de que el G7 se comprometa a una pronta aplicación del Acuerdo climático hace preguntarse por qué éste no incluyó este tipo de compromisos desde un principio. Por último, durante la cumbre, además del clima y la energía, se trataron temas tales como el crecimiento económico mundial y los refugiados.

El deshielo que viene

Un sinnúmero de estudios nos advierten de las consecuencias que se derivarían de seguir usando las energías fósiles al ritmo actual. El avance del cambio climático se convertiría, en efecto, en un serio problema para la humanidad y, junto a un agravamiento de los eventos extremos, muchas zonas costeras quedarían sumergidas.

Según una reciente investigación del Climate Impact Research, si consumimos todo el carbón, petróleo y gas disponible acabaremos fundiendo el hielo antártico, con consecuencias nefastas para la humanidad y los ecosistemas. En concreto, el estudio pronostica un aumento de las temperaturas medias de 10 grados centígrados, así como un nivel de los océanos que aumentará alrededor de 30 centímetros cada diez años.
                                         


Ello supondría unos 30 metros al final del milenio y más de 60 metros los siguientes milenios, con lo que ciudades como Tokyo, Hong Kong, Calcuta, Hamburgo, Nueva York o Miami, entre otras muchas, quedarán borradas del mapa en un suspiro, contado en tiempo geológico.

De acuerdo con el estudio, publicado en la revista Science Advances, por contra, si limitamos el calentamiento a los dos grados, el nivel del mar tan solo será de algunos metros de aquí al próximo milenio. Es decir, ralentizaremos el proceso y, por lo tanto, será más fácil la adaptación, pero no se habla en ningún momento de revertirlo o detenerlo.

¿La solución? Apostar por las renovables seriamente, y dejar en un segundo plano las energías que proceden de los combustibles fósiles. Sin embargo, a diferencia del G7, los científicos son más escépticos sobre la posibilidad de abandonar la explotación de estos recursos en los próximos decenios. O quizá no, en caso de que las decisiones mundiales en cuanto a la limitación de emisiones de CO2 vaya en serio. ¿Será real el apoyo mostrado por el G7 al Acuerdo climático?
                                  

A día de hoy, las energías fósiles son subvencionadas por numerosos países industrializados, una realidad que choca con la decisión del G7, pero que al mismo tiempo puede ser una puerta abierta al cambio. De darse un paso de este tipo en favor de las energías verdes, sin duda, avanzaríamos en un asunto tan importante como es la coherencia política.

Porque de poco sirven las buenas intenciones ecologistas realizadas por los mandatarios cuando acuden a reuniones como la de la COP21, si luego mantienen un doble discurso que, simple y llanamente, desvela un gran engaño. Por lo tanto, la eliminación o no de las subvenciones será una prueba del algodón decisiva en nuestro avance hacia una sociedad baja en carbono. O, lo que es lo mismo, en favor de un planeta que pueda seguir siendo nuestro hogar.





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