Buscamos por todas partes fuera de nosotros mismos tratando de encontrarnos.
Acumulamos experiencias, relaciones, conocimiento y objetos.
Anhelamos reconocimiento por parte de los demás para verificar nuestra importancia.
Pero aunque podamos haber encontrado placer o premios de diversas maneras, frecuentemente hemos pasado por alto nuestro mayor regalo, oculto a simple vista: nuestra apasionada presencia.
No nos damos cuenta de este regalo porque estamos muy ocupados buscando otras cosas en otras partes. En tanto dependamos del aumento de la sensación de ser nosotros mismos para ser felices, nos sentiremos decepcionados.
El contarnos cuentos acerca de lo que nos falta es lo que nos obliga a una incesante persecución de nuestros deseos, lo cual nos asemeja -como diría