13 de abril de 2015

¿Cómo afrontar los problemas de la vida? La paradoja de la farola


“La felicidad no proviene de la ausencia de problemas sino de la capacidad para afrontarlos”, decía Steve Maraboli, un escritor de autoayuda estadounidense. Y es que no podemos evitar que surjan complicaciones, conflictos y problemas, pero podemos elegir qué impacto tendrán en nuestra vida. La forma de afrontar una dificultad nos puede hacer más fuertes o, al contrario, nos puede desestabilizar por completo.

Desgraciadamente, cuando debemos afrontar un problema, a menudo recurrimos a viejas estrategias, que no siempre son las más eficaces. De esta manera, sin darnos cuenta, respondemos siempre de la misma forma. Preferimos repetir soluciones erróneas que intentar algo nuevo, simplemente porque nos sentimos cómodos con lo familiar y nos asusta la incertidumbre. Si recurrimos a soluciones manidas, no es extraño que cometamos viejos errores o que incluso nos sintamos atrapados en un círculo vicioso sin saber siquiera cómo hemos acabado así. En ese punto nos hemos convertido en víctimas de lo que podríamos denominar “La paradoja de la farola”.

La paradoja de la farola

“Un borracho está buscando con afán bajo un farol. Se acerca un policía y le pregunta qué ha perdido. El hombre responde: - Mi llave.

Ahora son dos los que buscan. Al fin, el policía pregunta al hombre si está seguro de haber perdido la llave precisamente allí. Este responde: - No, aquí

no, sino allí detrás, pero allí está demasiado oscuro.”

Se trata de una historia que se encuentra en el libro “El arte de amargarse la vida”, de Paul Watzlawick, y de ella deriva la paradoja de la farola.


Es probable que quizás hasta te parezca una historia absurda pero lo cierto es que cada uno de nosotros somos prisioneros del “farol” que tenemos en nuestra mente. Ese farol no es más que las soluciones que hemos puesto en práctica en el pasado y que han sido útiles. Sin embargo, eso no significa que podamos aplicarlas en el presente con la misma eficacia. De hecho, a menudo solo sirven para limitarnos.

En realidad, ese "farol" es la forma natural en la que funciona nuestro cerebro. Cuando nos enfrentamos a un problema, buscamos en nuestro archivo mental soluciones pasadas que hayan sido medianamente eficaces e intentamos aplicarlas. Esto se debe a que nuestro cerebro siempre apuesta por la economía de recursos y normalmente prefiere echar mano a soluciones antiguas que buscar nuevos caminos, sobre todo porque los nuevos caminos suelen traer aparejada una cuota de incertidumbre y ansiedad.


Por tanto, normalmente preferimos no malgastar demasiado tiempo buscando alternativas y no nos preguntamos si las viejas soluciones pueden ser la respuesta, sino que simplemente las aplicamos. El problema radica en que no encontraremos la “llave” si buscamos en el lugar incorrecto, no hallaremos la mejor solución si siempre volvemos sobre nuestros pasos. ¿Cómo escapar de ese círculo vicioso?

Problem solving estratégico

El problem solving estratégico es un modelo de resolución de problemas que se puede aplicar a cualquier dificultad de la vida cotidiana, desde los problemas más pequeños hasta los conflictos más grandes. He aquí los 3 pasos fundamentales para afrontar una dificultad y no caer en la paradoja de la farola.

1. Define el problema

Albert Einstein afirmó: “si tuviese solo una hora para salvar el mundo, dedicaría 55 minutos a definir bien el problema”.

Sin embargo, la mayoría de las personas piensan que definir el problema es algo banal, que es preferible buscar inmediatamente la solución. Por tanto, a menudo nos sumergimos en el problema sin saber realmente de qué se trata, sin comprender a ciencia cierta qué nos preocupa o bloquea. De esta forma, dejamos que las preocupaciones nos devoren.

¿Cómo se puede definir mejor un problema?

Puedes plantearte una serie de preguntas, propias del problem solving estratégico, que te permitirán analizar con mayor racionalidad y desde diferentes puntos de vista el problema que tienes delante.

- ¿En QUÉ consiste el problema?

- ¿DÓNDE se presenta? ¿Se circunscribe solo a determinados contextos o abarca muchas áreas?

- ¿CUÁNDO se manifiesta? ¿Se presenta siempre, con regularidad o solo en situaciones puntuales?

- ¿Con QUIÉN se presenta? ¿Está relacionado con tu pareja, tus compañeros de trabajo, tus hijos o padres?

- ¿CÓMO se manifiesta el problema?

- ¿POR QUÉ tengo este problema?

Normalmente, cuando dedicamos tiempo a definir el problema, nos damos cuenta de que en realidad hay algo mucho más profundo en su base. A menudo descubrimos que lo que definíamos como “problema” solo es una expresión externa de algún conflicto que no hemos resuelto, un miedo o una inseguridad. Descubrir el origen del problema es el primer paso para solucionarlo.

2. Determina los objetivos

Rumi, un poeta persa, decía: “cuando aceptamos nuestros problemas, las puertas de las soluciones se abren”.

A menudo, no solo no definimos el problema sino que ni siquiera pensamos en cómo desearíamos que marchasen las cosas una vez que lo resolvamos. Lo que solemos hacer es quejarnos continuamente, y en esa queja va implícito el cambio que deseamos. El ejemplo típico es: “no me gusta mi trabajo, quisiera tener un puesto donde ganase más”.

Sin embargo, estos no son objetivos que puedan dinamizar nuestro comportamiento. Para resolver los problemas es necesario que “fotografiemos” el camino y vislumbremos la meta. Pregúntate qué puedes hacer para lograr ese objetivo, cuándo, cómo y con quién lo puedes hacer.

Resolver problemas no es simplemente saltar un obstáculo, debes saber hacia dónde quieres dirigirte. Por tanto, ten siempre en mente los objetivos que deseas alcanzar porque de lo contrario, esas pequeñas decisiones, aparentemente intrascendentes, pueden llevarte por un rumbo que no es el que deseabas, es lo que se conoce como Efecto Mariposa.

Una vez que determinas tus objetivos, que deben ser medibles y realizables, la niebla mental se desvanece y estarás listo para solucionar el problema.

3. Afronta el problema de forma estratégica

En este punto ya eres consciente del verdadero problema y su magnitud, así como de los objetivos que pretendes alcanzar, por lo que no te queda sino afrontar la dificultad. He aquí tres técnicas particularmente interesantes para encontrar la mejor solución:

- Empeorar el problema. Puede parecer un contrasentido pero en algunos casos, si quieres enderezar algo, primero tendrás que torcerlo. De hecho, esta técnica es particularmente útil en esos casos en los que tenemos ni la más mínima idea sobre cómo afrontar el problema o cuando estás tan bloqueado que no puedes pensar de forma positiva y constructiva. En ese caso, imagina cómo podrías empeorar el problema. ¿Qué podrías hacer para que la situación empeorase? Cuando encuentres la respuesta, solo tendrás que recorrer el camino opuesto.

- Backward planning. Se trata de recorrer el camino de la solución pero en sentido contrario. Por tanto, imagina que has resuelto el problema, visualiza cómo te sientes y comienza a ir hacia atrás. ¿Cuál fue el paso antes de llegar a la meta? ¿Y el anterior? Es como rebobinar una cinta, hasta que llegues al punto actual. De esta forma tendrás claro el plan de acción. La eficacia de esta técnica se basa en que resta presión a todo el proceso de resolución ya que prácticamente se convierte en un juego, de esta forma la mente queda libre de sus ataduras y puedes descubrir soluciones nuevas que el miedo o la ansiedad no te dejaban ver.

- Ir más allá del problema. Imagina cómo sería tu vida si finalmente lograses solucionar el problema. Visualiza un día ideal, hasta en sus más mínimos detalles y si lo deseas, escríbelo. Con esta técnica lo que se pretende es proyectar la mente más allá del problema, de manera que podamos salir del círculo vicioso que a veces construyen a nuestro alrededor los miedos y la incertidumbre. Cuando imaginas que has solucionado el problema, te desligas de su influjo emocional y te sientes mucho más libre para encontrar mejores soluciones.





http://www.rinconpsicologia.com/2015/03/como-afrontar-los-problemas-de-la-vida.html

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