13 de enero de 2015

Zygmunt Bauman, el hombre que le puso nombre a nuestra era


Líquido. Ese es el nombre que tiene nuestro momento, nuestra manera actual de hacer, de pensar, de pensarnos, de relacionarnos con los demás y con las cosas que nosotros mismos hacemos y somos; la forma en que nos vamos construyendo como sociedad y moldeando como individuos.

Haremos un viaje fugaz pero profundo por el pensamiento de este autor a través de sus propios conceptos.

En una entrevista realizada por la emisora holandesa Radio Nederland Internacional, Bauman nos da su definición: “Substancias liquidas son aquellas que tienen dificultad para guardar la forma, requieren mucha presión, mucha fuerza para mantenerlas compactas como murallas de concreto, de lo contrario cambiarían su forma bajo fuerzas muy disimiles. Esto es lo que está pasando con sistemas que supuestamente estaban establecidos muy firmemente, me refiero a estructuras institucionales que originalmente se encontraban especialmente arraigadas en el sistema y con el paso del tiempo resultaron ser muy fugaces, transitorias.



Por eso se llama La modernidad liquida, es como si todo estuviera patas

arriba comparado con la situación de hace 150 o 200 años, en el tiempo de la modernidad sólida, cuando todo parecía más duradero, más perdurable, mucho más sólido. Ahora, gente de 30 o 40 años no tiene ni idea de qué va a pasar con ella cuando tengan 60 o 70 años, la planificación del futuro desafía nuestros hábitos y costumbres, las capacidades que aprendimos para superar los escollos del camino. Por eso la impresión general, día tras día, permanentemente, es que estamos en una encrucijada, hay muchos caminos hacia diferentes direcciones y no sabemos muy bien qué senderos transitamos” [1]

Se han roto las bases de la sociedad que descansaban en la era del capitalismo pesado, en las inmensas fábricas de altos muros con empresarios a lo Henry Ford, donde las máquinas, las relaciones con el trabajo y, a partir de eso, con el mundo, estaban sólidamente pautadas.

La modernidad líquida está siempre en construcción porque lo que produce no dura más allá de un período corto o una moda. Así como la antigua modernidad se representa en la solidez de los altos rascacielos y los capitales fijos de los pozos de petróleo de Rockefeller, y tenía orgullo en fabricar objetos perdurables, nuestra época se caracteriza por las innovaciones constantes de Microsoft y de toda la industria del entretenimiento y de la comunicación, en la cual los aparatos son permanentemente superados por tecnologías más novedosas, y por ello, desechados los anteriores. Esto produce que no sea necesario que lo que se fabrica sea duradero porque el avance de ‘las novedades’ hace con que las cosas resulten obsoletas incluso antes de dejar de funcionar.

                 Lengua de agua © Juanedc

Este movimiento desenfrenado hacia alguna parte tiene como resultado la insaciabilidad porque las metas que se propone la gente ya tampoco son fijas, hay una ansiedad que impulsa permanentemente hacia adelante pero no hacia un lugar determinado.

Bauman hace permanentemente esa comparación entre el presente y el pasado cercano porque, en cierto punto, no es lo que se esperaba del futuro cuando se transitaban los años de la modernidad sólida. En la época del fordismo[2], del capitalismo pesado, la organización del trabajo tenía una manera de conformar la sociedad y la manera de actuar de los sujetos que se desprendía del funcionamiento de la estructura rígida y piramidal que surgía de la cadena de mando de las empresas. El anticapitalismo, es decir el marxismo, lo que planteaba tampoco era la eliminación de ese modelo. “Sin duda, no parecía haber alternativa a la fábrica fordista, ni tampoco ningún obstáculo que pudiera impedir que el modelo fordista se implantara en todo el ámbito de la sociedad. (…) la confrontación entre socialismo y capitalismo era, en ese sentido, una mera riña familiar. El comunismo solo deseaba limpiar el modelo fordista de sus suciedades (no imperfecciones), de ese maligno caos generado por el mercado que obstaculizaba una victoria total sobre los accidentes que impedían una adhesión total a la planificación racional. En palabras de Vladimir I. Lenin, la visión del socialismo se concretaría si los comunistas lograban ‘combinar el poder y la organización administrativa del soviet con los últimos avances del capitalismo’ (…) (es decir, como repito hasta el cansancio, ‘la organización científica del trabajo’), que permitiría que esa organización desbordara los muros de la fábrica y penetrara y saturara toda la vida social.

“El fordismo fue la autoconciencia de la sociedad moderna en su fase ‘pesada’ y ‘voluminosa’”.[3]

En la actualidad no se necesitan esas pesadas estructuras, “el capital viaja liviano, con equipaje de mano, un simple portafolio, un teléfono celular y una computadora portátil. Puede hacer escala en cualquier parte y en ninguna se demora más de lo necesario. El trabajo, por otro lado sigue tan inmovilizado como en el pasado… pero el lugar al que antes estaba fijado ha perdido solidez; buscando en vano un fondo firme, las anclas caen todo el tiempo sobre la arena que no las retiene”[4]

“Los pasajeros del barco del ‘capitalismo pesado’ confiaban (no siempre sensatamente, por cierto) en que los selectos miembros de la tripulación autorizados a subir a cubierta del capitán llevarían la nave a destino. Los pasajeros podían dedicar toda su atención a la tarea de aprender y seguir las reglas establecidas para ellos y escritas en letra grande en todos los corredores del barco. Si protestaban (o incluso se amotinaban) era contra el capitán, que no llevaba la nave a puerto con suficiente rapidez o que no atendía debidamente a la comodidad de los pasajeros. En cambio, los pasajeros del avión del ‘capitalismo liviano’ descubren con horror que la cabina está vacía y que no hay manera de extraer la misteriosa caja negra rotulada ‘piloto automático’ ninguna información acerca del destino del avión, del lugar donde aterrizará, de la persona que elegirá el aeropuerto y si existen reglas que los pasajeros puedan cumplir para contribuir a la seguridad del aterrizaje”.[5]

                La era del capitalismo pesado

En esta ausencia de certezas acerca de los fines, de estructuras seguras que rijan la vida de las personas y que les permitan proyectarse de forma lineal hasta el final de sus días, surge una cantidad inmensa de posibilidades del ‘qué hacer’. Es tanta la oferta que tenemos de oportunidades que supera ampliamente las que cualquiera pudiera realizar en una vida. Entonces estas oportunidades son aprovechadas, todas las posibles, de forma compulsiva, sacándole el jugo a una y a otra desordenadamente, sin apegarse a ninguna más de lo indispensable. Esto provoca una sensación de libertad de elección placentera, pero también un estado de ansiedad constante porque los estímulos son inagotables pero no así nuestras fuerzas. Cada vez que se logra algo, se descubre que hay una enorme variedad de opciones que no se han experimentado todavía, entonces lo que sucede, lo que viene después, es la frustración.

En un sentido podemos pensar que es la libertad la que ha salido victoriosa y ha cortado las cadenas de las viejas estructuras decadentes de las normas establecidas por arcaicos preceptos, porque ¿qué joven de hoy en día piensa seriamente en conseguir un empleo a los 20 años y permanecer en él hasta el momento de jubilarse? El cine, la televisión y la publicidad nos atomizan permanentemente de dobles mensajes, por un lado seduce la falta de límites, la velocidad, el aquí y ahora; y por el otro, la necesidad de seguridad.

Bauman en otra entrevista llamada Sobre os laços humanos, redes sociais, liberdade e segurança[6], se refiere a la relación conflictiva entre libertad y seguridad que hasta ahora parecen ser elementos históricamente irreconciliables porque el crecer de una implica, indefectiblemente, el decrecer de la otra. Sin embargo las personas en este momento están lejos de sacrificar la seguridad en favor de la libertad, entonces lo que se ve, lo que se evidencia, es que hay un tipo de libertad que ha sido la que ha ganado la batalla, es un tipo de libertad mutilada y utilitaria, la que pregonan los economistas clásicos y neoclásicos: la del mercado, la libertad de consumir. Una realización individualista y que no pone en riesgo el sistema, lo alimenta y se autocomplace. Y se explaya sobre esto en su libro La Modernidad Líquida: “La sociedad posmoderna considera a sus miembros principalmente en calidad de consumidores, no de productores. Esa diferencia es esencial.

“(…) la vida organizada en torno al consumo debe arreglárselas sin normas: está guiada por la seducción, por la aparición de deseos cada vez mayores y por los volátiles anhelos, y no por reglas normativas”[7]

The New Fred Meyer on Interstate on Lombard © yzadanger

La vida del consumo -además de objetos- lo que busca es consolidar identidades. “En un mundo en el que las cosas deliberadamente inestables son la materia prima para la construcción de identidades necesariamente inestables, hay que estar en alerta constante; pero sobretodo hay que proteger la propia flexibilidad y la velocidad de readaptación para seguir las cambiantes pautas del mundo de ‘afuera’”.[8]

La visión de una sociedad cada vez más cambiante y fluida, donde el trabajo como fuente de seguridad está casi invalidado y en la cual el consumo compulsivo es ya considerado casi una necesidad básica, nos muestra por lo menos, un cuadro complicado. Si sumamos a esto que la mayor parte de las compras son realizadas a plazo, es decir, a pagar en el futuro, en un futuro que no está para nada garantizado por los medios tradicionales como el empleo, lo que tenemos es una falta de bases bastante profunda y una inseguridad de métodos constantemente latente. Las estrategias para sobrevivir y disfrutar de la vida son cada vez más eficientes pero también más individuales.

Pero además de las vicisitudes particulares que están atravesando en cada una de los países en la actualidad, hay una realidad que es fruto de la globalización, porque se ha desmoronado la idea del Estado-Nación fuerte capaz de contener y asegurar a sus habitantes un futuro más o menos previsible. “Actualmente el poder está ubicado en lo que podríamos llamar país de nadie. No hay reglas, no hay leyes globales, tribunales globales, un parlamento global; ninguna representación de la voluntad del conjunto de los seres humanos. No hay instituciones globales democráticas, nada. Así que ya este poder del Estado Nacional se ha evaporado en el espacio del Estado Global, aunque hasta ahora sea el único ente político que conocemos”[9].

Argentina: Dinero, Peso, Moneda © Speaking Latino

En la misma entrevista realizada por Radio Nederland Internacional explica:“Somos individuos de jure, somos individuos por decreto. Funciones asumidas hasta hace poco por los estados que eran poderosos, ahora son traspasadas a individuos que tienen que encontrar soluciones a problemas que ellos no han causado.

“Hasta ahora la globalización ha sido solamente negativa. ¿Cuáles son las fuerzas que globalizan? El capital, las finanzas, el comercio, la información, la criminalidad, las mafias, el narcotráfico, el tráfico de armas… Todas estas fuerzas que minaron las instituciones colectivas de acción.

“(…) Esta globalización negativa no ha sido seguida por una globalización positiva.

“(…) ¿Cómo restablecer el equilibrio entre política y poder? porque ahora la política es local y el poder, global”.[10]

En la última parte del reportaje el periodista lo consulta acerca de un paralelismo que Bauman hizo en relación al programa de televisión Gran Hermano y el tipo de relaciones que se dan en esta era, a propósito específicamente del tema de la exclusión. Bauman reflexiona sobre la construcción de ese tipo de espectáculo y explica que no es más que el reflejo del tipo de sociedades en las cuales vivimos, muestran el modo de pensar y de actuar del ser humano promedio en occidente “todo el que sea débil tiene que ser excluido. No es que toda persona débil fracase pero es una ley de la existencia, la regla de la casa, la persona tiene que irse. No se concibe organizar otro tipo de show televisivo con otra realidad donde no haya ninguna necesidad de excluir una persona cada semana, no forma parte de la agenda.

El gran hermano te vigila y te habla © JP Carrascal

“Simplemente no se discute el principio de la exclusión. Lo único que queda es asegurarte que no eres tú el excluido por otra persona. Hay que excluir a los otros para permanecer.

“La segunda lección del Gran Hermano y otros espectáculos similares es que unir fuerza (…) es temporalmente útil, sencillamente es un instrumento para no ser una víctima. Pero cuando ya quedan pocos se olvidan los equipos, la lealtad, la solidaridad (…). Finalmente habrá una sola persona que prevalezca, todas las demás serán víctimas.

“Así que Gran Hermano fortalece esta idea de que la exclusión es inevitable, así están organizadas las cosas, no hay lugar para todos. Todo el mundo vive con ese peligro, lejano o próximo, de ser excluido”[11]

La táctica para sobrevivir que ha elegido esta modernidad ha sido el individualismo a ultranza, intensificar las maneras de disfrutar el presente sin preocuparse demasiado por cómo o quién pagará las cuentas.

Zygmunt Bauman es un crítico de nuestra era que observa los movimientos y los cambios en la conformación social y advierte que el conflicto entre los grupos que logran adaptarse y mantenerse dentro del juego del lado de los ganadores y los otros, los que quedan afuera, está lejos de resolverse. Entiende que los sectores históricamente desfavorecidos son los que continúan cargando con los costes del progreso.

En la modernidad liquida queda cada vez más distante la idea de sociedad como espacio de construcción de alternativas emancipadoras para todos sus miembros: “’No más salvación por la sociedad’, proclamaba el famoso apóstol del nuevo espíritu comercial Peter Drucker. ‘No existe la sociedad’, declaraba más rotundamente Margaret Thatcher”[12]. Es decir que cada uno es por si, no hay refugio para los débiles ni misericordia, con que los Estados garanticen la libre circulación de mercancías, de comprar y de vender, estamos hechos. A los que no logren seguir en pie, tampoco se les dará un bastón en qué apoyarse.


Portada: Zygmunt Bauman © Meet the Media Guru
Por  -  @Marina_Kle 
[1] Zigmunt Bauman – el miedo y el mundo líquido. http://www.youtube.com/watch?v=9VL7nKnWgu0


[2] Zygmunt Bauman, Modernidad Líquida Ed, Fondo de Cultura Económico. 3ª reimpresión, Argentina 2004. Pág. 63


[3] Op. Cit.


[4] Op. Cit. Pág. 64


[5] Op. Cit. Pág. 65


[6] Zygmunt bauman – sobre os laços humanos, redes sociais, liberdade e segurançahttp://www.youtube.com/watch?v=LcHTeDNIarU


[7] Zygmunt Bauman, Modernidad Líquida Ed, Fondo de Cultura Económico. 3ª reimpresión, Argentina 2004. Pág. 82


[8] Op. Cit.


[9] Op. Cit.


[10] Zigmunt Bauman – el miedo y el mundo líquido. http://www.youtube.com/watch?v=9VL7nKnWgu0


[11] Zigmunt Bauman – el miedo y el mundo líquido. http://www.youtube.com/watch?v=9VL7nKnWgu0


[12] Zygmunt Bauman, Modernidad Líquida Ed, Fondo de Cultura Económico. 3ª reimpresión, Argentina 2004. Pág. 35



http://revistamito.com/zygmunt-bauman-el-hombre-que-le-puso-nombre-nuestra-era/

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