No hacer nada en absoluto.
Quédate con eso a lo que llamas 'sufrimiento'. Quédate con el dolor, la tristeza, el miedo, el deseo, el aburrimiento. Desecha las palabras de segunda mano y siente directamente la evidente cruda energía que se da en el cuerpo, en el estómago, en el pecho, en la garganta, siente cómo vibra, hormiguea, cómo se mueve y cómo se expresa plenamente. Deja que la energía cumpla con su sagrada labor, con su trabajo inteligente. No te entrometas. Respira profundamente. Permite que tu aliento llegue hasta esas abandonadas partes, que inyecte oxígeno y dignifique a esos perdidos, solitarios y 'lastimados' visitantes. El hecho es que estas energías están aquí únicamente porque ya han sido admitidas en la inmensidad de Ti. Dignifica el dolor con el aliento de la vida.
Este momento ya está resplandeciendo, ya es vida, es un huésped que ya ha sido bienvenido, que ahora baila en tu espacio siempre presente. La mente quiere aferrarse o resistirse, rebobinar o adelantar esta presente escena,