24 de septiembre de 2014

El arte del desapego




Cada vez más, muchos nos damos cuenta que al final todo consiste en soltar: soltar para poder volar. Esto implica un trabajo personal, con uno mismo, que trae aparejado lo que podríamos denominar como un proceso de desconceptualización.

Van desapareciendo progresivamente los dogmas, los imperativos, los juicios, las rotundidades, y todo aquello que tiene carácter determinativo para ser sustituido por un acto infinito de fluidez. Una aceptación absoluta del momento presente que te invita a experienciar lo vivido desde la plenitud de tu Ser profundo. Así, de manera sencilla, vas accediendo a ámbitos de ti mismo que en otras etapas de tu vida ni siquiera podías imaginar que existían.

La percepción de la realidad, tanto la tuya como la de otros, se intensifica desde el momento en que empiezas a llenarte de lo auténtico. Las palabras coherencia, sinceridad, armonía, fluidez, equilibrio, Amor... empiezan a darte señales de la verdadera dimensión que representan y entonces el lenguaje hablado desaparece. El silencio toma el relevo para estar siempre presente, incluso cuando crees que hablas, hablas en silencio, hablas desde el silencio.

¿Corazonadas? ¿Intuiciones? ¿Inspiraciones? ¿Telepatías?, llamadlo como queráis, no hay nombres que puedan dar cabida a la expresión de lo vivido en consciencia.

A partir de aquí, todo te da señales, pero no porque no te las diera antes, siempre han estado ahí, aunque tú no las vieras. Cualquier acto, cualquier ocurrencia, cualquier expresión, todo, en mayor o menor medida, te habla de ti, y lo que en lo más íntimo de ti siempre has sabido sale a la palestra. Desaparece lo superfluo porque nada es superficial, simplemente ves lo que nunca has visto, oyes lo que nunca has oído, vives.



Autor: Juan Luna





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