13 de agosto de 2014

NO CONFUNDAS LA MENTE CON LA CONCIENCIA


La vida es un Todo unificado, un campo de conciencia y sustancia que mueve el Universo y todo lo enlaza en una danza sin fin. La percepción de estar separados genera sufrimiento, y es la mente la que nos hace sentir así.

Muchas veces confundimos la mente con la Conciencia. La verdadera espiritualidad es una vivencia profunda de la Conciencia que contacta la Vida, aquello imponderable y eterno que es la causa de todo lo que existe, que está más allá de nuestra comprensión, a quien llamamos Dios, Gran Espíritu, Prana, el Trasfondo de la Existencia...

Cuando creemos que somos la mente, la mente nos vive y nos impone su característica principal que es el análisis, la separación de los elementos que componen un todo para su estudio y comprensión. Pero la realidad es que, como individuos, somos la Conciencia, consciente del milagro de la Vida Una. Esa Conciencia genera la mente, las sensaciones, los sentidos, los

sentimientos y toda posible percepción.

La experiencia de vivir esa dimensión, infinitamente más vasta que el pensamiento, es posible si dejamos ir las creencias, las estructuras mentales, el deseo, las posesiones, para descubrir quién en realidad somos. Esta experiencia no es un hacer, es el resultado de la expansión de la conciencia que logra romper las fronteras del pensamiento para verse ella misma en todo su esplendor y su gloria; y ser la expresión de la verdad interna.

La vida en la materia no es cosa fácil. Estamos aquí con un propósito divino, estamos transformando la sustancia de un mundo que no ha logrado la perfección. Hemos perdido nuestra identidad original y nos buscamos sin cesar. Como la mejor herramienta que tenemos para vivir sumergidos en la materia es la mente, la utilizamos para encontrarnos a nosotros mismos. Y hemos caído en la trampa de creer que somos nuestras posesiones, nuestros roles, nuestros títulos, la imagen que tienen los demás de nosotros o la imagen que tenemos de nosotros mismos. Nos creemos ateos, materialistas, espirituales, creyentes… Pero esto son sólo pensamientos forma generados por la mente, porque somos algo mucho más grande, somos la Conciencia que habita la forma.

No esperes que la muerte toque a tu puerta para darte cuenta de que todo lo que tienes se quedará atrás y te irás con las manos vacías, así como cuando llegaste a este mundo. En un Todo Unificado la propiedad es un espejismo de la mente y los sentidos. La Conciencia nada posee porque tiene acceso a todo y puede fluir libre en la corriente de la vida eterna.

Esa voz, que casi nunca para de hablar en tu cabeza, no eres tú. Es una gran liberación darse cuenta...Tú eres eso que existe antes del proceso del pensamiento, el espacio o el campo en donde sucede el pensamiento, la emoción o la percepción. El trasfondo de aquello que llamas “tu vida”.

El mal de este mundo es sólo la completa identificación con la forma, es la negación del Ser y, como consecuencia, la percepción errónea de estar separado de todas las demás criaturas y de la Fuente misma de la Vida.

El nuevo tiempo es precisamente un despertar a esa realidad, es un darse cuenta de esa profunda conexión que nos enlaza con todas las criaturas y con toda la naturaleza. Siento en mi corazón que estamos cerca de esa meta gloriosa, aunque el mundo quiera demostrarnos lo contrario. Hay un despertar de la conciencia colectiva que no la detiene nadie. Y el mundo, establecido en los valores materiales, está temblando y endurece sus estructuras. Es la concebida oscuridad antes del amanecer.

Si nuestro mundo está basado en valores materiales, si la meta de la economía que rige las grandes decisiones mundiales es la ganancia material, si la educación está alejada del reconocimiento de la verdad profunda del ser humano, si la sociedad se rige por eso de “cuanto tienes, cuanto vales”, no quedará piedra sobre piedra con el advenimiento de esta nueva forma de percibir la vida. Estamos en tiempos de cambio y transformación, y como la sociedad se ha apegado mucho a los valores que ahora hay que abandonar, sufrirá, es innegable.

Pero la vida es un milagro que se expresa en todo su esplendor en la materia. Todo lo que te rodea es un milagro; el cielo azul, el verde de la naturaleza, las aves, las flores, todas entonan un himno silencioso a la Vida desde su profundo presente. Y tú puedes participar de este milagro si dejas de lado, por un instante, tus pensamientos, tu deseo de poseer, tus títulos, tu creencia de quién crees que eres y te sueltas y te sumerges en la naturaleza que vive en el presente y escuchas su canto a la vida que es eterna. Sin pensamientos, sin deseos, sólo identificándote con esa vida que se expresa gloriosa también en la materia. Y cuando aflora en ti el agradecimiento, como brota el agua de un manantial, se abren caminos que te permiten ir más allá del pensamiento para encontrar la gloria que escondes en tu ser, que tú eres, que Yo Soy.

Nunca confundas el pensamiento con la Conciencia. Encuentra el sendero que la naturaleza te ofrece y percibe la interconexión con toda vida. Con amor te ofrezco esta gran oración de los nativos de América del Norte.

Oh Gran Espíritu
Cuya voz se escucha en los vientos
Y cuyo aliento da vida a todo el mundo.
Escúchame, yo vengo delante de ti, soy uno de tus muchos hijos.
Yo soy débil y pequeño.
Necesito de tu fuerza y sabiduría.

Oh Gran Espíritu, déjame caminar en armonía.
Haz que mis ojos siempre vean los colores de la puesta del sol.
Haz que mis manos respeten las cosas que Tú haces,
Y que mis oídos estén atentos para escuchar tu voz.

Oh Gran Espíritu, hazme sabio para poder conocer las cosas que Tú enseñas, las lecciones que tú has escondido dentro de cada hoja y de cada piedra.
Busco fuerza, no para ser superior a mis hermanos, pero sí para poder luchar contra mi gran enemigo interior.

Oh Gran Espíritu, hazme siempre listo para poder venir a ti con manos limpias y mirada firme.
Así, cuando mi vida se desvanezca como los colores del atardecer entrando en la noche, mi Espíritu podrá venir a ti, sin vergüenza.

Desde las profundidades del alma.





Carmen Santiago G.



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