27 de febrero de 2014

LOS CAMBIOS RECIENTES EN LA ESTRUCTURA ECONÓMICA MUNDIAL

La economía mundial está en constante movimiento y las modificaciones que se producen se dan siempre a lo largo de la historia. No obstante, hay elementos estructurales que permanecen a lo largo de un tiempo determinado.



De esta forma se pueden señalar etapas o fases que tienen rasgos comunes. Las características básicas configuran ciclos que van desde los de larga duración, que estudió el historiador Braudel y que ha tenido continuadores en Arrighi y Wallerstein, entre otros, hasta los del ciclo largo de Kondratieff. Los primeros tienen una duración de un siglo o más, mientras que los segundos tienen periodos de auge entre veinticinco o treinta años, seguidos de fases de recesión de una duración similar o que en ocasiones puede ser menor.

En general, por lo que concierne a la evolución de la estructura resulta interesante analizarla bajo el prisma de los ciclos largos de Kondratieff, por lo menos desde la visión de los elementos estructurales que determinan las diferentes fases económicas. El análisis de Kondratieff ha tenido seguidores en Schumpeter, y continuadores de este autor como Freeman, Clark y Soete, así como Heilbroner, y desde una perspectiva marxista Mandel y Shaikh. El análisis es fructífero, aunque todos los que lo usan lo enriquecen con aportaciones propias. El análisis estructural que desarrolla Sampedro no menciona a Kondratieff, pero sí tiene en cuenta la contribución de Akerman, el cual diferenciaba también ciclos estructurales cuya naturaleza enunciaba

distinguiéndolos desde el siglo XIX hasta el XX. En concreto, lo importante que conviene destacar es que frente a la evolución de la coyuntura hay elementos básicos que determinan una estructura económica que permanecen a lo largo del tiempo. Aunque la estructura no es invariable y se transforma a su vez en otra distinta.

Desde este enfoque, y a grandes rasgos, se puede considerar que la Primera Guerra Mundial pone fin a una etapa que había comenzado hacia 1893 y que estallará en la crisis de los años treinta del siglo XX. Tras la guerra se inicia una fase del capitalismo distinta en la que el Estado empuña la batuta. En estos años de economía mixta y de auge se sigue dando una división internacional del trabajo que se caracteriza por un grupo de países ricos que exportan fundamentalmente mercancías industriales, y el grueso de la población mundial que vive en países subdesarrollados y cuyas exportaciones se basan en productos primarios (agrícolas y mineros). El foso entre los ricos y pobres se agranda en este periodo. Las propuestas para cambiar esta situación tan desigual no se llevan a cabo y nunca llegan a materializarse. Este es un mundo caracterizado también por la descolonización y la bipolaridad entre el capitalismo y socialismo.

A escala global, comienza a tener un ímpetu importante el desarrollo de las empresas multinacionales, sobre todo norteamericanas e industriales. Este fenómeno que se inicia a fines de la década de los cincuenta es novedoso en parte. Las empresas multinacionales, que no hay que confundir con las internacionales, inician su andadura en el siglo XIX y a principios del siglo XX, fundamentalmente las mineras y las extractivas del petróleo. Pero en esta época, en la que tiene lugar una gran expansión de la exportación de capital, básicamente por parte del Reino Unido, la inversión directa era una parte reducida del global de las inversiones en el exterior. Es después de la Segunda Guerra Mundial cuando la inversión directa adquiere un gran protagonismo. La internacionalización del capital productivo es un fenómeno de la posguerra y que antecede a la globalización actual.

La fase del capitalismo keynesiana llega en parte a su fin con la crisis de los setenta. El fundamentalismo de mercado se convierte en hegemónico dentro del mundo académico, es a su vez el que va a definir a las políticas económicas preconizadas por los organismos económicos internacionales (FMI; BM Y OMC) y la que se lleva a cabo con matices por los diferentes países. También se van a producir cambios significativos en la estructura económica mundial. Por un lado, se intensifica la internacionalización del capital productivo, pero que también es llevada a cabo por países europeos avanzados y Japón. A las que seguirán las procedentes de países emergentes. No solamente las multinacionales pertenecen al sector agrícola, minero e industrial, sino que cada vez más pertenecen al sector servicios, en donde destaca mucho la internacionalización de la distribución comercial. El rasgo más distintivo es la globalización financiera y la hegemonía de las finanzas sobre el capital productivo. La inversión especulativa predomina en muchos momentos sobre la productiva.

Por otro lado, un grupo de países, asiáticos fundamentalmente, van a dejar de ser exportadores únicamente agrícolas y se convierten en grandes exportadores industriales. La división internacional del trabajo tradicional deja paso a una nueva. Estos pasos van a ser seguidos por otros, dando lugar a lo que se ha denominado Nuevos Países Industriales. Estos países emergentes aparecen en el escenario de la economía internacional modificando sustancialmente a la economía mundial. Se van implantando unas nuevas reglas de competencia, y de proceso de producción. El proceso de trabajo se segmenta y se externaliza y esto ocurre no solamente dentro de cada país sino a escala de la economía global. Se derrumba el modelo soviético de socialismo, al tiempo que China inicia un viraje hacia la economía de mercado. Se refuerzan con ello las tesis a favor del capitalismo de libre cambio.

Un capitalismo cada vez menos regulado, en donde gobiernan los señores de las finanzas, y cuya tendencia es el fraccionamiento del proceso de trabajo, lo que intensifica es la concentración y centralización del capital. Las empresas medias y pequeñas no desparecen, pero muchas de ellas trabajan para las grandes multinacionales. De manera que tiene lugar una dinámica en la que muchas de estas actividades empresariales desaparecen y otras nacen con vinculaciones a las grandes o a la expansión de las tecnologías de la información y la comunicación. Esta transformación, que comenzó antes de la crisis, se está intensificando durante su evolución.

La pérdida de poder adquisitivo que se está dando en la mayor parte de los países ricos, el recorte en los derechos, el aumento de la desigualdad y de la pobreza, la disminución del papel del Estado, está influyendo negativamente en la demanda. El sistema necesita producir mercancías y beneficios, pero también tiene que conseguir vender. Si los salarios se contraen para competir en una economía global habrá un problema de demanda. La fragmentación del proceso de trabajo conduce a la localización de muchas actividades en países menos desarrollados. Se pierden puestos de trabajo en el centro a cambio de un trabajo en la periferia mal retribuido y con explotación infantil. El centro, se dice con insistencia por parte de la ciencia económica oficial, para ser competitivo tiene que flexibilizar el mercado laboral y acabar con el modelo social.

Se está, por tanto, ante una etapa de reestructuración del capitalismo que ya se había iniciado anteriormente, cada vez más dominado por las finanzas y los grandes grupos empresariales. A estas multinacionales no les importa tanto la demanda de los países desarrollados, porque la pueden encontrar en los países emergentes. Es cierto que estos países no tienen las clases medias que consuman como en los países desarrollados, pero basta que un porcentaje reducido de su población tenga un nivel de consumo como en los países avanzados para que se consiga una demanda relevante, pues este sector de la población, aunque reducido, supera en bastantes casos a la población de los países ricos. Se trata de encontrar también en el mundo rico una mano de obra más barata pero cualificada y acabar con lo que ha sido el capitalismo de posguerra. La crisis está sirviendo, de momento, para que se produzca un empobrecimiento en los trabajadores de los países ricos, una mayor desigualdad, y unas condiciones sociales en los países más pujantes del mundo en desarrollo, que no se materializa en mejores condiciones de vida para el grueso de la población. La pobreza extrema sigue perviviendo y mientras tanto el 1% de la población mundial se hace más rica.

Artículo de Carlos Berzosa, visto en sistemadigital.es


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