29 de diciembre de 2013

Dharana multidimensional: una meditación para recrear el universo

¿QUÉ SON EL DHARANA Y EL DHYANA? ¿CUÁL ES SU VERDADERO POTENCIAL? ¿REALMENTE PODRÍAS CONSTRUIR Y DESTRUIR MUNDOS CON ESTE EJERCICIO?

Pável Filonov, “Once cabezas”, 1935

La meditación no es uno solo, sino una multitud de ejercicios, pero todos ellos continúan una rigurosa historia de experimentos realizados en los cuerpos y las mentes (que son una misma cosa, no hay separación o límite) de cientos de millones de personas a lo largo de miles de años. El nombre de una de las estaciones en este viaje extraño es dharana (como era de esperar, el tren recorre el sudeste asiático) y se refiere a la concentración: enfocar la mente como una forma de arte, como una habilidad sobrenatural, como una técnica de supervivencia.
La idea, puesta de una manera lo más simple posible (y esto no es un problema, ya que no hay nada más simple), es concentrar la mente en un solo objeto, imaginario o real, dejando de lado todos los demás pensamientos que puedan estar dando vueltas en la conciencia: el objetivo último suele ser (además de entrenar a la propia mente y de obtener todos los beneficios que se desprenden como bloques de hielo de los glaciares del
ártico) la completa identificación con el objeto, pero el matrimonio alquímico entre objeto y sujeto (unión en la que ambos desaparecen) recibe el nombre de dhyana y es una estación posterior que, por el momento, no interesa.
El objeto puede estar delante de nuestros ojos (abiertos) o en el centro de nuestra imaginación (con los ojos cerrados). En este último caso es habitual utilizar mandalas o imágenes de deidades, por ejemplo, o esas figuras geométricas bastante psicodélicas llamadas tattvas, pero se suele recomendar comenzar por objetos que podamos ver con los ojos, para dar un paso a la vez, y en cuanto resulte relativamente sencillo mantener una determinada idea durante varios minutos, es recomendable trabajar, también, esa otra habilidad que es la visualización.
Uno de los aspectos más interesantes del dharana es qué hacer con el objeto elegido y, en consecuencia, cómo sostener un rascacielos construido únicamente a base de pensamientos, músculos y tendones. Hay que analizarlo, darle vuelta, rodearlo (coordinando un ataque con por lo menos dos o tres miembros más), disfrutarlo y saborearlo con todos los sentidos vueltos hacia adentro, interrogarlo, descubrirlo e invitarlo a tomar unas cervezas. Todo lo que podamos, y más, para comprenderlo y para darnos cuenta que la próxima estación es dhyana: ni el objeto, ni aquel que lo intenta comprender cerrando los ojos con fuerza como si quisiera hacerlo explotar con la mente existen. Pero esa estación, que vuelve a surgir, puede también ser una ilusión. Entonces, ¿por qué no jugar un poco con charrana?
El Voudon Gnostic Workbook, ese maravilloso grimorio de magia(k) futurista y esquizofrénica, plantea un método sencillísimo para cambiar el enfoque y hacer de un ejercicio contemplativo algo más creativo. La técnica, que puede ser modificada, expandida y readaptada a voluntad, consiste en hacer una serie de preguntas sobre el objeto en cuestión. Y no hay nada de radical en esto, sino en el tipo de preguntas y sus posibles respuestas, que generan la sensación de estar colándose en el tren. Las preguntas básicas (todas giran en torno al objeto de meditación) son:
  • ¿Qué significa para ti?
  • Si no te es familiar, ¿a qué te recuerda?
  • Si lo conviertes en una idea, ¿qué uso puedes darle?
  • ¿Cuáles crees que sean sus propiedades mágicas?
  • ¿Cómo lo usaste en una vida pasada?
  • ¿Cómo lo usaste en la Atlántida?
  • ¿Cómo lo usaste en el mundo ideal de energías celestiales?
  • ¿Cómo lo usarás en el futuro, dentro de cientos de años?
  • ¿Cómo te relacionarías con él en otro planeta u otro universo?
  • ¿De qué manera puede convertirse en un portal a otra dimensión?
No hace falta creer que la Atlántida es un continente que existió hace varios miles de años, ni que verdaderamente lo utilizarás en alguna otra hipotética existencia o que ese objeto que puede ser una alfombra, un encendedor o una prenda de vestir manchada de aceite que ningún detergente para ropa parece poder quitar. Si te gusta la idea, imagina cómo podría haber sido tu vida en un continente mitológico al borde de una inminente catástrofe y cómo podrías haber utilizado el objeto allí. De otro modo, imagina cómo podrías haberlo usado en Tatooine (en una galaxia muy lejana) o en Duna (¿le encontrarían alguna utilidad los fremen?).
El objetivo del ejercicio no es otro que llevar la imaginación lo más lejos posible, un paso más allá para, en lugar de observar tu entorno, inventarlo sobre la marcha. Parte por parte añade características, créale una historia (épica en lo posible) y agrega preguntas. Úsalo en el espacio exterior, como arma de destrucción masiva y como tratado de paz, recorre los mundos a los que viajes utilizándolo como portal o máquina del tiempo y úsalo como puente entre costas lejanas, publícalo en eBay e imagina subir el precio de la subasta, clónalo átomo imaginario por átomo imaginario, préndele fuego con la mente si quieres, pero, por favor, vuelve a crear el universo.

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