19 de noviembre de 2013

¿Cómo influyen nuestros huesos a nuestro cerebro?

A PESAR DE LO QUE HISTÓRICAMENTE SE ASEGURABA, LOS HUESOS NO SOLO SON SOPORTE DE NUESTRO CUERPO, SINO QUE INCIDEN DIRECTAMENTE EN PROCESOS NEUROLÓGICOS, COMO EL APRENDIZAJE.

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“Cuando todo se vincula con todo lo demás,
la materia se convierte en mente”,
Erik Davis, Techgnosis.

Es curioso como, conforme la ciencia avanza, se va confirmando un fenómeno que el racionalismo procuró, históricamente, desmentir: todo está unido. Ya sea que se trate de los campos morfogenéticos que advierte Rupert Sheldrake, la hipótesis de que la transmisión informativa se comporta como un virus, o el método holográfico de Dennis Garbor, lo cierto es que generalmente terminamos en un mismo punto: la indivisibilidad –por cierto una máxima milenariamente promovida en distintas tradiciones místicas.  
De forma paralela a esta reanimación de la unidad, la ciencia médica está cada vez más convencida de la hiperconectividad existente entre todos los elementos que conforman nuestro organismo. Lo anterior no solo en un plano físico, sino que también se incluye la mente, tanto con sus pensamientos como emociones, e incluso, de acuerdo con algunos, el espíritu –ante lo cual surgió la corriente de medicina holística, aquella que
aborda cualquier malestar desde una perspectiva integral, entendiendo al ser humano como un organismo interconectado, y no fragmentado.
En sintonía con lo anterior, recientemente se comprobó que los huesos contienen una hormona, la osteocalcina, que influye significativamente en diversos procesos cerebrales. Resulta que curiosamente el componente más físico o material de nuestro cuerpo, el esqueleto, incide directamente en funciones esencialmente intangibles, por ejemplo la memoria o el aprendizaje. Lo anterior fue descubierto por Gerard Karsenty, investigador del Centro Médico de la Universidad de Columbia. Además, de acuerdo con este genetista francés, esta hormona regula muchas otras funciones alrededor del cuerpo, por ejemplo en regular el azúcar de la sangre o dentro del sistema reproductor masculino.
Independientemente de las implicaciones médicas que tendrá el comenzar a concebir a los huesos como elementos que van mucho más allá de simplemente sostener y dar forma a nuestro cuerpo, tal vez incluso considerándolos como parte del sistema endócrino, creo que este descubrimiento es fascinante en el sentido en que refuerza, tajantemente, la noción ‘unitaria’ de nuestro organismo. Si, en realidad estamos ante un triunfo más de la noción de que ningún órgano, idea, conciencia, o fenómeno, está aislado del resto.
El aleteo de una mariposa puede originar un tornado a miles de kilómetros, los miembros de una especie pueden transmitir información, sin necesidad de coincidir en tiempo o espacio, a sus similares, y los huesos influyen en procesos neurológicos. Todo indica que la fiesta noosférica está cada vez más próxima, y si nuestro pensamiento es capaz de regresar a la unidad original, entonces creo que podremos sanar buena parte de los males culturales que nos aquejan. Pero más allá de la interpretación de las nuevas funciones óseas expuestas por Karsenty, en todo caso hoy sabemos que hay que llevarnos bien, mejor que nunca, con nuestros huesos. 
Twitter del autor: @ParadoxeParadis 

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