22 de agosto de 2013

¿Quién sostiene a quién?


En conceptos todos podemos crear un mundo ideal. En el que habite un Hombre “Nuevo” desprovisto de egoísmo y de maldad. Un ser realizado, que al tomar conciencia de sí mismo descubre que sólo siendo bueno podrá ser libre.
El Hombre “Viejo” o sin conciencia de sí vive esperando ganar su libertad.
Cree que su libertad deberá ser construida con esfuerzo, y que al lograrla, gozará de su pleno beneficio.
Se afana por lograr las condiciones que considera necesarias para preservar esa sensación de seguridad que no puede sostener más que por unos instantes.
Siente que las variables a conquistar son siempre las mismas: prestigio social, respeto de los demás; y la condición básica, una buena posición económica que le haga posible
pertenecer al mundo en el que él desea vivir.
Hasta aquí este ser jamás pensará ni por un instante, que ser bueno, simplemente bueno, sin el amparo de las condiciones citadas podría otorgarle el pasaje a la vida que él anhela.
No puede creer que la libertad que busca es el fruto de vivir sin intención. Aceptando sin condiciones los sucesos que le entrega el devenir de su existencia.
Por el contrario, apuesta su vida al pleno de que la libertad será fruto del poder que logre obtener para conservar lo que cree positivo y transformar o evitar lo que reconoce como malo.
Para él la libertad no es una finalidad sino el medio para conseguir el placer u el gozo perpetuo.
Desconoce que dentro de la libertad coexisten estados positivos con negativos y sólo es libre aquel que no se aferra o no pretende sostener la permanencia de uno u otro estado.
Ningún ser que no sea verdaderamente libre, es bueno en el peor de sus momentos.
No, es dueño de creer que su estado negativo es el ideal para desplegar su más oscura y perversa crueldad hacia el prójimo.
Justifica su ira. Siente válidas sus lógicas reacciones de furia. Puesto que vive bajo condiciones que no cree merecerse.
El hombre dormido es bueno sólo cuando está satisfecho.
El Hombre Nuevo,sabe, por que ha despertado, que el camino es inverso. 
Deberá lograr ser bueno en condiciones desfavorables. Reconociendo dentro de sí mismo la esencia de la bondad, que es la raíz, el origen mismo de la libertad.
Sabe que la libertad que busca no puede ser una consecuencia, dado que estaría condicionada a sostener aquellos efectos que la produzcan.
Y lo sabe porque es consciente.
El hombre viejo posee libertad condicional a consecuencia de su inconsciencia. 
Lucha por sostener las variables que ha conquistado y sufre cuando no logra sostenerlas. Dado que pierde su falsa sensación de libertad.
No es correcto desear ser libre puesto que la libertad no es un efecto generado por una acción precedente. Todo deseo de libertad en realidad es una necesidad de satisfacción.
La libertad es permanecer en el estado previo a la “necesidad de”, para poder revalorizar como positivo lo negativo y como negativo lo positivo.
El hombre común se siente libre sólo cuando consigue arribar a sus metas. 
Cuando se satisface con sus logros. 
Esta libertad es el efecto de las acciones adecuadas para obtener los beneficios requeridos. 
Pero cuando las acciones erran el blanco, el beneficio no existe y la libertad se transforma en la temida prisión del hombre mediocre.
Ser bueno en nuestras peores condiciones no es una postura, aunque así parezca. 
Es forzar una puerta, o derribar un muro.
Ser bueno en condiciones adversas es el claro síntoma de que el hombre común ha penetrado en una instancia supra humana. Aquel ámbito en el que las raíces de todo lo esencial encuentran su cimiente.
Ser bueno es romper las cadenas que nos esclavizan a la dependencia permanente por obtener buenos efectos, esos que nos satisfagan. 
Es perder la necesidad de ser feliz.
El hombre “viejo” se siente libre cuando puede abrir con su “poder” los candados que sujetan las cadenas que lo esclavizan.
Mayormente demora toda su vida en conseguir las múltiples llaves que lo liberen de los cerrojos que le van surgiendo de forma permanente.
Se dice a sí mismo: este es el último candado, por fin podré ser libre y por lo tanto feliz. 
Pero miente, dado que con el paso del tiempo descubre que deberá atesorar sólo poder para aniquilar, una por una, las infinitas cadenas que a diario le surgen de forma mágica.
Su libertad significa no estar atado a las condiciones que considera indeseables. 
Condiciones que se restablecen de forma permanente.
No es libertad lo que logra sino la ausencia temporaria de la incomodidad.
Cree que jamás podrá ser bueno, si no es primero libre.
Pobre, aún no ha descubierto que sin flor no hay aroma. Y que en la Ciudad de Dios, la libertad es el aroma que se desprende del Hombre Santo.
                AXSER

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